Herbert Marcuse
“Acerca del carácter afirmativo de
la cultura”
Herbert
Marcuse fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y
estadounidense, una de las principales figuras de la primera generación de la
Escuela de Frankfurt. Sirvió
como soldado en la primera Guerra Mundial y participó en
la revolución alemana de noviembre de 1918. Nació el 19 de julio de 1898 y
falleció el 29 de julio de 1979 a los 81 años.
La
presente relatoría tiene como objetivo hacer un análisis del texto de Herbert
Marcuse titulado “Acerca del carácter
afirmativo de la cultura” y desarrollar las ideas más significativas que se encuentran introducidas en el mismo. En
primer lugar es necesario decir que Marcuse empieza este texto exponiendo la
idea del conocimiento humano referido a la praxis, el cual fue uno de los
elementos fundamentales dentro de la
filosofía antigua y para explicar esto recurre a Aristóteles, así mismo,
Marcuse dentro del texto hace una crítica de la sociedad burguesa y confiere la
responsabilidad de la expansión de esta cultura no sólo a las cuestiones
económicas del capitalismo, sino también a la filosofía idealista que se separa
de la praxis social, es decir, del compromiso con la con ella. En este marco podemos
encontrar una serie de dicotomías como
la existente entre el mundo de la felicidad, de la bondad, de las riquezas y el
mundo del esfuerzo, del trabajo y de la escasez.
Aristóteles
según Marcuse pensaba que las verdades conocidas debían conducir a la praxis
tanto en la experiencia cotidiana como en las artes y las ciencias. A los
hombres no le es revelado lo que es bueno, justo y conveniente, por ende
necesitan para su existencia del esfuerzo del conocimiento en su lucha
cotidiana, en otras palabras el hombre necesariamente necesita del saber para
su desarrollo y supervivencia, por ejemplo tanto el artesano, como el medico
necesitan tener del conocimiento adecuado de sus especialidades con el
propósito de poder actuar ante las exigencias que el mundo le propone. Para
Aristóteles todo conocimiento adquiere un carácter práctico, pero establece una
diferencia significativa entre los conocimientos, ordenándolos en una escala de
valores desde los saberes funcionales de la vida cotidiana hasta los saberes
filosóficos los cuales no tienen ningún fin fuera de sí mismo. Este último
según Aristóteles es el que produce la verdadera felicidad a los seres humanos.
Pero existe una separación fundamental dentro de esta escala de valores en
cuanto al conocimiento, que se encuentra establecido entre lo “necesario y
útil” por una parte y lo “bello”
por otra.
La división entre lo funcional y necesario, y lo bello
y placentero, es el comienzo de un proceso que abre paso al materialismo de la praxis burguesa, por
una parte, y por otra para la satisfacción de la felicidad y del espíritu en el
ámbito exclusivo de la “cultura”.
Materialismo: no explica lo real desde la idea ya que sale de deducciones más o menos empíricas. No toca temas metafísicos, como la existencia de Dios o el pecado.
Materialismo de la praxis burguesa: relacionado al hacer humano y la forma de organización del proceso social del trabajo.
Materialismo: no explica lo real desde la idea ya que sale de deducciones más o menos empíricas. No toca temas metafísicos, como la existencia de Dios o el pecado.
Materialismo de la praxis burguesa: relacionado al hacer humano y la forma de organización del proceso social del trabajo.
Ø “Pero toda la vida está dividida en ocio y
trabajo, en guerra y paz, y las actividades se dividen en necesarias, en útiles
y bellas” (Pg. 4) pareciera que Aristóteles nos estuviera proponiendo a
manera de descartes un tipo de dualismo no referido al sujeto como tal, sino al
conocimiento en sí, separando los que son útiles y necesarios, bellos y
cotidianos etc...
El
mundo de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello es un mundo “ideal”, en la
medida en que se encuentra más allá de las relaciones de vida existentes, más
allá de una forma de existencia en la cual la mayoría de los hombres trabajan
como esclavos o pasan su vida dedicados al comercio y sólo una pequeña parte
tiene la posibilidad de ocuparse de aquello que va más allá de la mera
preocupación por la producción y la conservación de lo necesario. Lo que
verdaderamente le interesa a los hombres son las verdades supremas según el
estagirita, pero este pensamiento es netamente metafísico ya que en su libro la
“metafísica” Aristóteles inicia con la frase que “todos
los hombres por naturaleza desean el saber” en este sentido podemos deducir
que la búsqueda de un saber cotidiano, un saber necesario, útil o bello es
netamente natural en el hombre.
Cuando
la reproducción de la vida material se realiza bajo el reinado de la mercancía,
creando continuamente la miseria de la sociedad, lo bueno, lo bello y lo
verdadero trascienden a esta vida. Y si de esta manera se produce todo aquello
que es necesario para la conservación y garantía de la vida material,
naturalmente todo lo que está por encima de ella es “superfluo”.
El
idealismo plantea que este mundo
material será modificado y mejorado de acuerdo con las verdades obtenidas en el
conocimiento de las ideas. Mientras que
la mayor parte de los miembros de un estado está destinada a producir lo
necesario para la vida, el placer de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello queda
reservado para una pequeña élite. La
praxis material queda liberada de la responsabilidad por lo verdadero, lo bello
y lo bueno, que queda reservada para el quehacer teórico. La época
burguesa: desapareció la concepción según la cual la ocupación
profesional son los valores supremos es patrimonio de una determinada clase
social. Aquella concepción fue reemplazada por la tesis de la universalidad de la “cultura”.
En tantos seres abstractos, todos los hombres deben tener igual participación
en estos valores. Todos los individuos
tienen que someterse a los valores culturales, pues tienen que incorporarlos a
su vida ya que la “civilización” recibe su alma de la “cultura”.
Cultura afirmativa:
Aquella
cultura que pertenece a la época burguesa y que a lo largo de su propio
desarrollo ha conducido a la separación del mundo anímico-espiritual, en tanto
reino independiente de los valores de la civilización (lo verdadero, lo bueno y
lo bello), colocando aquél por encima de ésta.
Su característica fundamental es la afirmación de un mundo valioso,
obligatorio para todos, que ha de ser afirmado incondicionalmente y que es
eternamente superior, esencialmente diferente del mundo real de la lucha
cotidiana por la existencia, pero que todo individuo “desde su interioridad”,
es decir, desde su alma, sin modificar aquella situación real (el mundo del
trabajo), puede realizar por sí mismo. La cultura afirmativa tiene con su idea
de la humanidad pura, la exigencia de la satisfacción general del individuo.
Todas las leyes humanas y todas las formas de gobierno tendrán sólo un fin: que
cada uno, sin ser molestado por otra persona, pueda ejercitar sus fuerzas y
lograr para sí un goce más hermoso y más libre de la vida.
Unos
de los conceptos instaurados dentro del textos son los de cultura para los cuales ha habido varios intentos por definirlos,
pero que una de las aproximaciones que nos regala Marcuse es la siguiente “ el
concepto de cultura se refiere al todo de la vida social en la medida en que en
él tanto el ámbito de la reproducción ideal (cultura en sentido específico, el
“mundo espiritual”), como el de la reproducción material (la “civilización”)
constituyen una unidad histórica, diferenciable y razonable. Otra aplicación muy difundida del concepto de
cultura es según el cual el mundo espiritual es abstraído de una totalidad
social y de esta manera se eleva la cultura a la categoría de un (falso)
patrimonio colectivo y de una (falsa) universalidad.
El mundo de lo bello en la antigüedad era
esencialmente un mundo de felicidad y placer, por ejemplo, en Aristóteles
encontramos que la felicidad según él es una
actividad de acuerdo a la virtud. Para Platón la felicidad solo es posible en
el mundo inteligible. Otra definición de felicidad es aquel
placer supremo que el hombre encontrara en el conocimiento filosófico de lo
verdadero, lo bueno y lo bello. Esa búsqueda de la felicidad está impregnada en
todos los hombres no en primer lugar, pero si como fin último. En el comienzo
de la época burguesa el individuo abstracto es quien se presenta como el sujeto
de la praxis transformándose en virtud en el portador de una nueva exigencia de
vida social y feliz, ya no atado a ninguna mediación social, eclesiástica y
política, sino que más bien es el en tanto sujeto particular quien debe hacerse
cargo de su cuidado, de sus necesidades y su felicidad.
El
Alma
Herbert Marcuse citando a Descartes, Kant y Hegel
con respecto al tema del alma relaciona las distintas concepciones que estos
filósofos tenían acerca de ella, en primer lugar Marcuse alude al problema mente/cuerpo
de Descartes concretamente a los términos cartesianos como la res extensa y res cogitans que hace referencia a
la materia por una parte y la razón por
otra.
En Kant el alma también
es la razón, pero el alma tiene una zona impenetrable en el orden de la razón
técnica. En Hegel el alma está caracterizada por no ser “aún espíritu” en su
teoría del espíritu subjetivo se trata del alma humana en cuanto concepto que
ya no es el alma sino el espíritu Pero sin embargo, en la cultura afirmativa el
alma se entiende por aquello que precisamente no tiene espíritu. La
organización de este mundo, a través del proceso capitalista del trabajo,
transformó el desarrollo del individuo en competencia económica e hizo que la
satisfacción de sus necesidades dependiera del mercado con el alma. El alma
parece escapar a la ley de valor y a la cosificación (la cosificación es transformación de las relaciones
sociales y personales propia de la producción mercantil y, en particular, de la
sociedad capitalista.). El
alma se convierte en la única garantía, aun no agraviada, de los ideales
burgueses. Solo el alma carece de valor de cambio, el valor del alma no depende
del cuerpo como para que se pueda
convertir en objeto y mercancía. Existe un alma bella en un cuerpo feo, un alma
sana, en un cuerpo enfermo y un alma noble en un cuerpo miserable, y
viceversa. Hay algo de verdad en la
frase “lo que le sucede al cuerpo no
puede afectar al alma”. En síntesis el alma en la sociedad e ideales burgueses
no es una moneda de cambio ni mercancía que se le pueda comercializar.
En el proceso social del trabajo el alma no
tiene ninguna participación. El trabajo concreto es reducido al trabajo
abstracto que posibilita el intercambio de los productos del trabajo como
mercancía. La elaboración de la materia es realizada sólo por una parte de la
res cogitans: por la razón técnica .La dicotomía de res cogitans y res extensa
no afecta al alma: ésta no puede ser entendida ni como pura res cogitans ni
como pura res extensa.
El Amor:
Ø De
la unión de los sentidos y del alma nace la idea burguesa del amor.
Ø Rompe la barrera entre los ricos y los pobres
- entre los superiores y los inferiores.
Ø Los amantes, en la poesía burguesa, recurren
al amor para superar la transitoriedad cotidiana, la justicia de la realidad,
la servidumbre del individuo, la muerte.
Ø La idea del amor exige la superación
individual del aislamiento monádico - implica la entrega total y pura de una
persona con la otra, que sólo puede consumarse en la muerte.
Ø El amor burgués implica una anulación de los
sentidos - exige exclusividad, exige
fidelidad incondicionada que ha de obligar también a los sentidos.
Ø El amor y la amistad son las únicas relaciones
en las que se conserva el dominio del alma sobre la realidad - el alma tiene una acción tranquilizadora por
ser excluida de la cosificación.
Ø Las alegrías del alma son menos costosas que
las del cuerpo - son menos peligrosas y se las concede gustosamente. La
diferencia entre alma y espíritu es que aquella no está dirigida al
conocimiento de la verdad.
Tesis de Marcuse sobre el arte:
La sociedad burguesa sólo ha tolerado la realización de sus propios ideales en el arte y sólo aquí los ha tomado en serio, como exigencia universal. En el arte está permitido la utopía, la fantasía o la perturbación. El médium de la belleza “purifica” la verdad y la aleja del presente. En el médium de la belleza los hombres pueden participar de la felicidad. La belleza es impúdica (deshonesta) porque muestra aquello que no puede ser mostrado públicamente y que a la mayoría le está negada. La sociedad burguesa liberó a los individuos, pero sólo en tanto personas que han de mantenerse disciplinadas. La libertad dependió, desde un principio, de la prohibición del placer, La sociedad dividida en clases conoce una sola forma para transformar a los hombres e instrumentos de placer: la servidumbre y la explotación. La belleza del arte, a diferencia de la teoría, es soportable en un presente de penurias, aún en él puede proporcionar felicidad. En cambio, la teoría verdadera conoce la miseria y la desgracia de lo existente, pero no nos reconcilia con el presente.
La personalidad:
“La
personalidad es el depositario del ideal cultural. La personalidad tiene que
presentar la felicidad, tal como esta cultura la proclama, como bien supremo:
la armonía privada en medio de la anarquía general, la alegre actividad en
medio del trabajo amargo.” Lo que interesa es que el hombre viva lo bueno y sea
feliz de la mejor manera
Bibliografía:
Aristóteles. Metafísica. Libro primero cap. 1.Gredos.
Marcuse Herbert. Acerca del carácter afirmativo de la cultura. En
Cultura y sociedad.
Sur. Buenos Aires,
1967.
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