lunes, 29 de junio de 2020

Acerca del carácter afirmativo de la cultura






Herbert Marcuse
“Acerca del carácter afirmativo de la cultura”

Herbert Marcuse fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense, una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt. Sirvió como soldado en la primera Guerra Mundial y participó en la revolución alemana de noviembre de 1918. Nació el 19 de julio de 1898 y falleció el 29 de julio de 1979 a los 81 años.
La presente relatoría tiene como objetivo hacer un análisis del texto de Herbert Marcuse titulado “Acerca del carácter afirmativo de la cultura” y desarrollar las ideas más significativas  que se encuentran introducidas en el mismo. En primer lugar es necesario decir que Marcuse empieza este texto exponiendo la idea del conocimiento humano referido a la praxis, el cual fue uno de los elementos fundamentales dentro de la  filosofía antigua y para explicar esto recurre a Aristóteles, así mismo, Marcuse dentro del texto hace una crítica de la sociedad burguesa y confiere la responsabilidad de la expansión de esta cultura no sólo a las cuestiones económicas del capitalismo, sino también a la filosofía idealista que se separa de la praxis social, es decir, del compromiso con la con ella. En este marco podemos encontrar  una serie de dicotomías como la existente entre el mundo de la felicidad, de la bondad, de las riquezas y el mundo del esfuerzo, del trabajo y de la escasez.
Aristóteles según Marcuse pensaba que las verdades conocidas debían conducir a la praxis tanto en la experiencia cotidiana como en las artes y las ciencias. A los hombres no le es revelado lo que es bueno, justo y conveniente, por ende necesitan para su existencia del esfuerzo del conocimiento en su lucha cotidiana, en otras palabras el hombre necesariamente necesita del saber para su desarrollo y supervivencia, por ejemplo tanto el artesano, como el medico necesitan tener del conocimiento adecuado de sus especialidades con el propósito de poder actuar ante las exigencias que el mundo le propone. Para Aristóteles todo conocimiento adquiere un carácter práctico, pero establece una diferencia significativa entre los conocimientos, ordenándolos en una escala de valores desde los saberes funcionales de la vida cotidiana hasta los saberes filosóficos los cuales no tienen ningún fin fuera de sí mismo. Este último según Aristóteles es el que produce la verdadera felicidad a los seres humanos. Pero existe una separación fundamental dentro de esta escala de valores en cuanto al conocimiento, que se encuentra establecido entre lo “necesario y  útil” por una parte y lo “bello” por otra.
La división entre lo funcional y necesario, y lo bello y placentero, es el comienzo de un proceso que abre paso al materialismo de la praxis burguesa, por una parte, y por otra para la satisfacción de la felicidad y del espíritu en el ámbito exclusivo de la “cultura”.
Materialismo:
no explica lo real desde la idea ya que sale de deducciones más o menos empíricas. No toca temas metafísicos, como la existencia de Dios o el pecado.
Materialismo de la praxis burguesa: relacionado al hacer humano y la forma de organización del proceso social del trabajo.

Ø  Pero toda la vida está dividida en ocio y trabajo, en guerra y paz, y las actividades se dividen en necesarias, en útiles y bellas” (Pg. 4) pareciera que Aristóteles nos estuviera proponiendo a manera de descartes un tipo de dualismo no referido al sujeto como tal, sino al conocimiento en sí, separando los que son útiles y necesarios, bellos y cotidianos etc...

El mundo de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello es un mundo “ideal”, en la medida en que se encuentra más allá de las relaciones de vida existentes, más allá de una forma de existencia en la cual la mayoría de los hombres trabajan como esclavos o pasan su vida dedicados al comercio y sólo una pequeña parte tiene la posibilidad de ocuparse de aquello que va más allá de la mera preocupación por la producción y la conservación de lo necesario. Lo que verdaderamente le interesa a los hombres son las verdades supremas según el estagirita, pero este pensamiento es netamente metafísico ya que en su libro la “metafísica” Aristóteles inicia con la frase que  todos los hombres por naturaleza desean el saber” en este sentido podemos deducir que la búsqueda de un saber cotidiano, un saber necesario, útil o bello es netamente natural en el hombre.

Cuando la reproducción de la vida material se realiza bajo el reinado de la mercancía, creando continuamente la miseria de la sociedad, lo bueno, lo bello y lo verdadero trascienden a esta vida. Y si de esta manera se produce todo aquello que es necesario para la conservación y garantía de la vida material, naturalmente todo lo que está por encima de ella es “superfluo”.
El idealismo plantea que este mundo material será modificado y mejorado de acuerdo con las verdades obtenidas en el conocimiento de las ideas.  Mientras que la mayor parte de los miembros de un estado está destinada a producir lo necesario para la vida, el placer de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello queda reservado para una pequeña élite.  La praxis material queda liberada de la responsabilidad por lo verdadero, lo bello y lo bueno, que queda reservada para el quehacer teórico. La época burguesa: desapareció la concepción según la cual la ocupación profesional son los valores supremos es patrimonio de una determinada clase social. Aquella concepción fue reemplazada por la tesis de la universalidad de la “cultura”. En tantos seres abstractos, todos los hombres deben tener igual participación en estos valores.  Todos los individuos tienen que someterse a los valores culturales, pues tienen que incorporarlos a su vida ya que la “civilización” recibe su alma de la “cultura”.

Cultura afirmativa:
Aquella cultura que pertenece a la época burguesa y que a lo largo de su propio desarrollo ha conducido a la separación del mundo anímico-espiritual, en tanto reino independiente de los valores de la civilización (lo verdadero, lo bueno y lo bello), colocando aquél por encima de ésta.  Su característica fundamental es la afirmación de un mundo valioso, obligatorio para todos, que ha de ser afirmado incondicionalmente y que es eternamente superior, esencialmente diferente del mundo real de la lucha cotidiana por la existencia, pero que todo individuo “desde su interioridad”, es decir, desde su alma, sin modificar aquella situación real (el mundo del trabajo), puede realizar por sí mismo. La cultura afirmativa tiene con su idea de la humanidad pura, la exigencia de la satisfacción general del individuo. Todas las leyes humanas y todas las formas de gobierno tendrán sólo un fin: que cada uno, sin ser molestado por otra persona, pueda ejercitar sus fuerzas y lograr para sí un goce más hermoso y más libre de la vida.
Unos de los conceptos instaurados dentro del textos son los de cultura para los cuales ha habido varios intentos por definirlos, pero que una de las aproximaciones que nos regala Marcuse es la siguiente “ el concepto de cultura se refiere al todo de la vida social en la medida en que en él tanto el ámbito de la reproducción ideal (cultura en sentido específico, el “mundo espiritual”), como el de la reproducción material (la “civilización”) constituyen una unidad histórica, diferenciable y razonable. Otra aplicación muy difundida del concepto de cultura es según el cual el mundo espiritual es abstraído de una totalidad social y de esta manera se eleva la cultura a la categoría de un (falso) patrimonio colectivo y de una (falsa) universalidad.
El mundo de lo bello en la antigüedad era esencialmente un mundo de felicidad y placer, por ejemplo, en Aristóteles encontramos que la felicidad según él es una actividad de acuerdo a la virtud. Para Platón la felicidad solo es posible en el mundo inteligible. Otra definición de felicidad es aquel placer supremo que el hombre encontrara en el conocimiento filosófico de lo verdadero, lo bueno y lo bello. Esa búsqueda de la felicidad está impregnada en todos los hombres no en primer lugar, pero si como fin último. En el comienzo de la época burguesa el individuo abstracto es quien se presenta como el sujeto de la praxis transformándose en virtud en el portador de una nueva exigencia de vida social y feliz, ya no atado a ninguna mediación social, eclesiástica y política, sino que más bien es el en tanto sujeto particular quien debe hacerse cargo de su cuidado, de sus necesidades y su felicidad.  

El Alma
Herbert Marcuse citando a Descartes, Kant y Hegel con respecto al tema del alma relaciona las distintas concepciones que estos filósofos tenían acerca de ella, en primer lugar Marcuse alude al problema mente/cuerpo de Descartes concretamente a los términos cartesianos como la res extensa y res cogitans que hace referencia a la materia por una parte y  la razón por otra. En Kant el alma también es la razón, pero el alma tiene una zona impenetrable en el orden de la razón técnica. En Hegel el alma está caracterizada por no ser “aún espíritu” en su teoría del espíritu subjetivo se trata del alma humana en cuanto concepto que ya no es el alma sino el espíritu Pero sin embargo, en la cultura afirmativa el alma se entiende por aquello que precisamente no tiene espíritu. La organización de este mundo, a través del proceso capitalista del trabajo, transformó el desarrollo del individuo en competencia económica e hizo que la satisfacción de sus necesidades dependiera del mercado con el alma. El alma parece escapar a la ley de valor y a la cosificación (la cosificación es transformación de las relaciones sociales y personales propia de la producción mercantil y, en particular, de la sociedad capitalista.). El alma se convierte en la única garantía, aun no agraviada, de los ideales burgueses. Solo el alma carece de valor de cambio, el valor del alma no depende del cuerpo como para que se pueda convertir en objeto y mercancía. Existe un alma bella en un cuerpo feo, un alma sana, en un cuerpo enfermo y un alma noble en un cuerpo miserable, y viceversa.  Hay algo de verdad en la frase lo que le sucede al cuerpo no puede afectar al alma”. En síntesis el alma en la sociedad e ideales burgueses no es una moneda de cambio ni mercancía que se le pueda comercializar.
En el proceso social del trabajo el alma no tiene ninguna participación. El trabajo concreto es reducido al trabajo abstracto que posibilita el intercambio de los productos del trabajo como mercancía. La elaboración de la materia es realizada sólo por una parte de la res cogitans: por la razón técnica .La dicotomía de res cogitans y res extensa no afecta al alma: ésta no puede ser entendida ni como pura res cogitans ni como pura res extensa.

El Amor:
Ø  De la unión de los sentidos y del alma nace la idea burguesa del amor.
Ø    Rompe la barrera entre los ricos y los pobres -  entre los superiores y los inferiores.
Ø    Los amantes, en la poesía burguesa, recurren al amor para superar la transitoriedad cotidiana, la justicia de la realidad, la servidumbre del individuo, la muerte.
Ø   La idea del amor exige la superación individual del aislamiento monádico - implica la entrega total y pura de una persona con la otra, que sólo puede consumarse en la muerte.
Ø    El amor burgués implica una anulación de los sentidos - exige exclusividad, exige fidelidad incondicionada que ha de obligar también a los sentidos.
Ø   El amor y la amistad son las únicas relaciones en las que se conserva el dominio del alma sobre la realidad -  el alma tiene una acción tranquilizadora por ser excluida de la cosificación.
Ø   Las alegrías del alma son menos costosas que las del cuerpo - son menos peligrosas y se las concede gustosamente. La diferencia entre alma y espíritu es que aquella no está dirigida al conocimiento de la verdad.

Tesis de Marcuse sobre el arte:

La sociedad burguesa sólo ha tolerado la realización de sus propios ideales en el arte y sólo aquí los ha tomado en serio, como exigencia universal. En el arte está permitido la utopía, la fantasía o la perturbación.  El médium de la belleza “purifica” la verdad y la aleja del presente. En el médium de la belleza los hombres pueden participar de la felicidad.  La belleza es impúdica (deshonesta) porque muestra aquello que no puede ser mostrado públicamente y que a la mayoría le está negada. La sociedad burguesa liberó a los individuos, pero sólo en tanto personas que han de mantenerse disciplinadas. La libertad dependió, desde un principio, de la prohibición del placer, La sociedad dividida en clases conoce una sola forma para transformar a los hombres e instrumentos de placer: la servidumbre y la explotación. La belleza del arte, a diferencia de la teoría, es soportable en un presente de penurias, aún en él puede proporcionar felicidad. En cambio, la teoría verdadera conoce la miseria y la desgracia de lo existente, pero no nos reconcilia con el presente.

La personalidad:
“La personalidad es el depositario del ideal cultural. La personalidad tiene que presentar la felicidad, tal como esta cultura la proclama, como bien supremo: la armonía privada en medio de la anarquía general, la alegre actividad en medio del trabajo amargo.” Lo que interesa es que el hombre viva lo bueno y sea feliz de la mejor manera


Bibliografía:
Aristóteles. Metafísica. Libro primero cap. 1.Gredos.
Marcuse Herbert. Acerca del carácter afirmativo de la cultura. En Cultura y sociedad.
Sur. Buenos Aires, 1967.

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